Ángel de Providencia

Llego al andén y ella ya está ahí, rubia y con los hombros descubiertos. Subimos al mismo tren, ella se apoya en la puerta del fondo y yo me quedo frente a ella. La miro, ella me descubre y desvía su mirada. Yo, por mientras, saco mi novela para disimular.

Dos estaciones después es ella quien me mira y soy yo quien la descubre. Ella desvía su mirada, ahora con una pequeña sonrisa en sus labios.

“Estación Baquedano, combinación línea uno”. Ella se baja y yo detrás de ella. Vamos por las escaleras, ella mirando de reojo y yo siguiéndola a 3 metros, como jugando a la pinta.

Llega el tren y ambos nos subimos. Ella se vuelve a apoyar en la puerta pero esta vez yo quedo delante de ella. Ella me mira y se sonríe mientras yo la miro de reojo. “Estación Salvador”. Detrás de mi libro pienso “una estación más y le hablo”.

Pedro de Valdivia; siento que ella se me acerca, siento su mano en mi hombro y su voz dulce me dice: “permiso”. Yo me corro y ella sale caminando del tren mientras yo sigo con mi novela.