lunes, diciembre 25, 2006

El día que Fernández conoció el mar.

Fernández era igual que todo el mundo. Sólo lo diferenciaba el hecho de que, hasta muy tarde, aún no conocía el mar. Siempre le preguntaban por qué no lo visitaba si estaba tan cerca. "Algún día voy a ir", contestaba él encogiendo sus hombros.

Le habían dicho que era de lo mejor. Que era azul e inmenso y que mirarlo era como mirar el fuego; que las olas venían incesantemente una tras otra azotándose contra la orilla y produciendo un ruido en un comienzo ensordecedor pero que, más tarde, se convertía en un sonido hipnótico y relajante.

Le habían contado también que, al entrar en él, el mar refrescaba de una manera distinta a ríos, lagos o piscinas; que después de unos minutos, el frío del agua calaba los huesos y que, al probarla, ésta era salada.

Fernández había escuchado también que al finalizar el día, el sol, inclemente hasta pocos minutos antes, sucumbía ante el inmenso azul del mar y se sumergía en él pintando el paisaje con los más bellos colores y produciendo un espectáculo que ningún pintor podría emular.

Varios años más tarde que el resto de sus compañeros, Fernández conoció el mar. Al verlo, le pareció que éste era azul e inmenso y se quedó mirándolo como quien contempla al fuego. El constante estallar de las olas primero lo ensordeció pero, minutos después, lo relajó e hipnotizó.

Se acercó a la orilla y se mojó hasta las rodillas. Se sintió fresco, sin embargo, el frío caló sus huesos.

Probó unas gotas desde su mano izquierda y las sintió saladas.

Al finalizar el día, el sol se comenzó a hundir en el mar, dejando como huella un cielo teñido de múltiples e inigualables colores.


Nada nuevo...”, pensó Fernández.

domingo, diciembre 10, 2006

Claro que pueden más (parte III)

Tercer Acto - visita n°3.

Martes, día D.

Entro a la sucursal, saco el numerito de atención: 53. Iban recién en el 35, lo que significa una espera de, mínimo, unos 40 minutos.

Qué lata, si ya vine dos veces antes, ya me mamé la espera dos veces... podrían atenderme altiro (sí, sueña)

La señorita que me atendió la vez anterior estaba ocupada atendiendo a Paulina Nin o una señora muy maquiavélicamente parecida que no mostraba intenciones de resolver sus dudas rápidamente.

Esperar... esperar... 36 .... 37 .... 38 ....ufff.

La señorita se logró alejar un instante de Paulina Nin y comprendí que ese era el momento. Me acerqué cual felino a su presa.

- Hola.
- Hola - me responde.
- Vine la semana pasada para cambiar el aparato, ¿te acuerdas?
- ........... (mira a una compañera con cara de "cómo me voy a acordar si atiendo a cientos de giles todos los días")
- emmm me dijiste que viniera el martes porque les llegarían nuevos modelos, el que me iteresa es un motorola.
- Ya pero no han llegado aún.
- Pero si me dijiste que llegaban los martes.
- Si, pero no llegaron.
- emfff ¿cuándo llegarán?
- No se - dirigiéndose de vuelta hacia Paulina Nin.

A ver. Ella no sabe, en el teléfono de atención no saben. La sucursal no tiene teléfono...
Comprendí entonces que la única forma de tener éxito en mi empresa sería yendo unas diez veces más hasta que, por suerte, le achuntara un día en que los pelotudos tuvieran stock.

Llegué a mi casa, entré a la página web de Claro y les escribí en su formulario de contacto mi inquietud. ¿Resultados? Han pasado dos semanas y Claro que no me han contestado. ¿siguiente paso? Probablemente me anime con una carta al Mercurio y por ahora me quedo con mi Nokia antiguo hasta que se eche a perder o hasta que realmente tenga tiempo.

¿Continuará? Quien sabe...